Por: Álvaro Efrén Córdoba Obando[1]
Mucho debate cargado de radicalismos, dogmatismos, fundamentalismos y egos personales han generado algunas declaraciones de representantes de la clase política en torno a las alianzas, coaliciones y pactos hacia las próximas elecciones presidenciales y de congreso de la república. Algunas posiciones parecen ingenuas y otras no parecen darse cuenta de la doble moral y el idealismo obtuso y absurdo que las anima.
En la Revista Arcanos[2] N° 8, (Córdoba Obando, 2003, pág. https://www.ideaspaz.org/tools/download/54266) está la crónica del proceso constituyente en el municipio de Tarso en el Suroeste Antioqueño. Ahí tratamos de mostrar los antecedentes y motivos que dieron origen a un amplio proceso de concertación de esfuerzos y voluntades entre sectores diversos y hasta contradictorios; un proceso imposible de imaginar en esos días, que esos sectores tan distintos y distantes estuvieran juntos hacia un mismo propósito: la paz y el bienestar de todos los habitantes, evitando la desaparición del municipio y un mayor sufrimiento para sus gentes.
Ese proceso pre y pro constituyente había estado atravesado por amenazas de los paramilitares y algunos asesinatos que incluían a dueños de grandes fincas y a vendedores ambulantes como un mensaje clarísimo para todos los involucrados en ese movimiento.
Para contrarrestar esas amenazas y cuidar el proceso constituyente se habló con el gobernador de Antioquia, integrante del Liberal, ex funcionario del gobierno del expresidente Ernesto Samper, quien fue investigado por la participación de dineros del narcotráfico en su campaña: Guillermo Gaviria Correa, integrante de una familia vinculada a empresas bananeras y por lo tanto a la expansión paramilitar en el Urabá Antioqueño. Él decidió apersonarse del asunto en Tarso y nos ayudó a convocar una gran movilización de solidaridad del departamento hacia el municipio donde pudimos decir públicamente cuál era el sentido y alcance de la constituyente y por qué reclamábamos respeto por parte de los actores armados, particularmente de los paramilitares que amenazaban la constituyente y habían asesinado a algunos integrantes de la misma.
En la plaza principal, con la presencia de los medios de comunicación, manifestamos que esperábamos que los paramilitares pudieran ser acogidos con iguales o mejores condiciones que a los excombatientes de la guerrilla en un proceso de paz que permitiera su desarme definitivo y sincero, sin siquiera asomarnos a lo que habría de hacer Uribe en el pacto de Ralito. Lo que no dijimos entonces, es que le solicitamos al gobernador ayudar a cambiar al comandante de policía porque se había aliado con los paramilitares y conspiraba contra la constituyente. El gobernador que había decidido apoyarnos en casi todo lo que solicitamos se opuso a tal solicitud manifestando que el traslado del comandante de policía no resolvía el problema, sino que lo agravaría; porque además de lo que había hecho en Tarso, iría a hacer lo mismo en el lugar al que fuera trasladado. Me pidió que yo tratara de vincularlo a la constituyente mientras él, haciendo uso de su condición de mandatario del departamento, haría algunas gestiones en ese sentido.
En un primer momento sentí que era una ingenuidad del Gobernador, una falta de comprensión de la situación y una respuesta facilista de su parte. Luego de reflexionar el asunto encontramos que él estaba procurando llamar la atención desde la filosofía de la no violencia en la esperanza de que pudiéramos quitarnos un enemigo, convirtiéndolo en integrante de la Asamblea Municipal Constituyente, por lo que mencionó a Gandhi, aludiendo a nuestro supuesto mayor conocimiento y formación en el tema.
Habíamos decidido que Tarso sería en chiquito lo que esperábamos y habíamos intentado hacer en el país todo.
A regañadientes el comandante de la policía terminó incorporándose al proceso constituyente mientras su equipo era reemplazado por agentes que tuvieran una vocación más civilista y comunitaria, apegados a la ley y sensibles con el tema de derechos humanos antes que guerreristas y cómplices con el paramilitarismo. La constituyente de Tarso sirvió de ejemplo después para adecuar el Plan Congruente de Paz en Antioquia hacia una asamblea departamental constituyente previa la gestación de constituyentes en casi todos los 125 municipios de Antioquia. Una Antioquia Nueva iba asomándose en medio del inicio del proyecto autoritario que había anticipado Álvaro Uribe durante su paso por la Gobernación de Antioquia unos pocos años atrás.
Ahora el país se va acercando a un escenario igual que hace treinta años: una violencia feroz contra la oposición política, contra los movimientos sociales, los defensores de derechos humanos. A pesar de las iniciativas de paz a partir de los acuerdos con el Gobierno, afloró la perfidia y la irresponsabilidad de los gobernantes y la élites que prefieren echarle más leña al fuego que buscar soluciones oportunas, efectivas, menos dolorosa, definitivas y duraderas porque no quieren soltar el poder que les ha garantizado enriquecimiento e impunidad.
Mientras unos se rasgaban las vestiduras por las declaraciones de Luis Pérez, exalcalde de Medellín y exgobernador de Antioquia, integrante del Partido Liberal, cercano a Cambio Radical, aliado de Uribe, cuestionado por los supuestos vínculos con el paramilitarismo en la operación Orión contra los habitantes de la Comuna 13 de Medellín y con el saldo trágico en civiles muertos y desaparecidos, otros se hacen los pendejos frente a la tibieza del personaje que prefiere ir a ver ballenas que tomar partido, como una forma cobarde y cínica de hacer política haciendo alarde de su doble moral. Siguen creyendo que Fajardo sería mejor aliado de la izquierda que Luís Pérez, pero olvidan que la donbernabilidad se dio luego de la operación Orión, en el gobierno del señor del bluyín y como apoyo a ese acuerdo de Uribe con el paramilitarismo, olvidan que en la alcaldía de la mal educada Gustavo Villegas, famoso exsecretario de Fico, condenado por vínculos con la oficina de Envigado (El Tiempo, 2020) había sido el coordinador de los programas de convivencia y tenía en su equipo a los mismísimos hermanos de José Obdulio Gaviria en tareas de legitimación y apoyo social a la legalización de los paras y su poder armado en las comunas.
Un Pacto Histórico no es una alianza con los mismos de siempre, entre los que se consideran más radicales y más legítimos que otros, entre las inmensas minorías de pepes mujicas y ches guevaras, entre los elegidos líderes de las masas populares per secula saeculorum. Un Pacto Histórico para una era de paz, como lo entendemos, significa un Acuerdo sobre lo fundamental como lo propuso el dirigente conservador hijo de Laureano Gómez (recordado por su virulencia, su dogmatismo y su ferocidad), el mismo que firmó con un exguerrillero y un representante del histórico Partido Liberal la Nueva Constitución de Colombia en 1991.
Un Pacto Histórico se hace con los adversarios políticos y con los otros que no son como nosotros, con un horizonte ético común hacia adelante, ni siquiera hace falta programa. Mandela con los integrantes del Apartheid, el Sinn Féin con el gobierno protestante irlandés, Gandhi con la delegación colonialista de la monarquía británica. Las Farc con el heredero de la oligarquía colombiana (ahora premio nobel de paz). Lo mismo se dio para la salida democrática después del fin de la dictadura franquista en España y de las dictaduras en Chile, Argentina, Uruguay y Brasil, para no hacer larga la lista.
Doscientos años de guerra, de sectarismos, de señalamientos y persecución, de asesinatos, desapariciones, desplazamientos y exilios, son suficiente para entender que la paz y la democracia aún están en diseño, que no hay verdades reveladas, ni verdades absolutas, que están en permanente riesgo y en permanente construcción, que lo absoluto se vuelve fósil y se desecha como fútil.
Un Pacto Histórico requiere conocer la historia cargada de barbarie y volver a sentir el dolor por todo eso, y requiere asumir la historia como posibilidad esperanzadora, como compromiso y anticipación, como proyecto nacional incluyente, de transformación de las estructuras sociales, política y económicas, pero también de las estructuras culturales y esquemas mentales, de las taras, estereotipos, paradigmas y paradogmas. Para la paz no hay caminos, decía Gandhi… la paz es el camino. Por lo tanto, caminemos juntos, desaprendamos juntos la guerra y aprendamos juntos la democracia.
Referencias
Córdoba Obando, A. E. (2003). Tarso, Un pueblo desconocido y con historia. Arcanos, 2-11.
El Tiempo. (13 de Octubre de 2020). Sancionan con 16 años de inhabilidad a Gustavo Villegas. Obtenido de eltiempo.com: https://www.eltiempo.com/colombia/medellin/seguridad-en-medellin-sancionan-con-16-anos-de-inhabilidad-a-gustavo-villegas-543067
[1] Docente de la Universidad de Antioquia, Socio Fundador de la Corporación Nuevo Arco Iris, Integrante de la Junta Directiva Nacional
[2] ARCANOS, año 6 / N° 8, ISSN 0124-4159, T. P. R. N° 1015