En estas andaduras de la paz: las Fuerzas Militares piden perdón por masacre en la Finca La Galleta (Montebello)

Por Pastor Jaramillo

Este texto fue leído por Pastor Jaramillo, miembro de la Sociedad horizontes Ltda., en el acto de perdón por parte de los militares en el Museo Casa de la Memoria. Al evento asistieron víctimas y familiares de lo ocurrido en la Finca La Galleta, contra miembros de la Sociedad Horizontes Ltda. Hay voluntad de perdón, pero la exigencia fundamental sigue siendo la verdad, la justicia y la reparación, que aparezcan los desparecidos, que se explique el por qué de lo sucedido en esta tragedia conocida como el primer caso de “falsos positivos” o ejecuciones extrajudiciales. Que los responsables intelectuales respondan, pues como lo expresa este escrito, “los verdaderos jefes, el General Eduardo Herrera Vergel, comandante en esos momentos de la Cuarta Brigada (al que está adscrito el batallón Juan del Corral) así como el teniente coronel Miguel Sierra Santos, comandante del batallón Juan del Corral, no han comparecido nunca a los tribunales a responder por estos crímenes”.

Introducción

El 12 de octubre de este año que termina se dio cumplimiento por parte del Ejército colombiano a una orden emitida en sentencia del Juzgado Primero de Tierras de Antioquía, acto que se llevó acabo en la instalaciones de la Casa Museo de la Memoria de Medellín con la asistencia de la mayoría de los socios de la “Galleta” (nombre de la finca escenario de la masacre), familiares, amigos  y con presencia de la  Comisión de la Verdad, la Procuraduría, Defensoría del Pueblo y del senador de la Republica Antonio Sanguino.

Después de muchas reuniones durante la pandemia con representaciones del ejército, por fin logramos ponernos de acuerdo en el orden del día y el protocolo para realizar un acto público, presencial y con participación de los medios de comunicación.

Contamos con una activa ayuda la ONG Forjando Futuros, de la fundación Pares y la Corporación Nuevo Arco Iris.

De nuestra parte, asistimos con el firme convencimiento de que el acto es una demostración más a lo largo de estos 27 años de reinserción de nuestra voluntad de paz, de nuestro interés en la paz general del país; asistimos sabiendo que los altos mandos del Ejército ni se inmutan, asistimos con la intencionalidad de todo corazón de que hay que perdonar para poder ir construyendo una nueva cultura que no tenga que recurrir a la violencia para hacer los cambios tan necesarios en Colombia.

Aunque sabíamos de antemano que los representantes del Ejército leerían un discurso de plantilla, era preciso escucharlos:  así nos escucharían también. Dicha acción es de urgente aplicación en todo lo que hacemos de cara a la reconciliación.

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 La negociación del gobierno y la Corriente de Renovación Socialista (CRS) pactadas el 9 de abril de 1994, fue mirada como una posibilidad que nos abría las puertas para entrar a participar sin riesgos de perder la vida en todas las actividades de la sociedad, que ahora sí podríamos lanzarnos en democracia  a construir una nueva, un nuevo país, donde todas y todos pudiéramos caber y cumplir nuestros sueños.

Los acuerdos con el gobierno nos posibilitarían créditos favorables a los que quisiéramos tener acceso a la tierra. Cuatro años demoraron todas las diligencias para que nos titularan la tierra de la “Galleta” en la vereda San Antonio del Municipio de Montebello. La finca no tenía carretera, hoy tampoco la tiene. Eso sí, tenía luz eléctrica, tres fuentes propias de agua, con un sistema de riego por goteo para el área de pan coger, solo tenía tres viviendas, dos en malas condiciones y los socios más disponibles se instalaron en ellas, el resto estaban por fuera, con tareas productivas.

 Iniciamos esta nueva forma de vida con mucho entusiasmo y con ahínco, elaboramos proyectos y los presentamos a la Asamblea de Antioquia, a la UMATA, a Cementos El Cairo (nuestro vecino) , a  la Caja Social, proyectos  para mejoramiento de vivienda, prevención de la drogadicción y alcoholismo,  atención al madresolterismo, para la reforestación  de la cuenca hidrográfica de la quebrada sabaletas; prestamos lotes para cultivos a los trabajadores, atendimos los créditos de la Caja Agraria, la finca  habilitó espacio para hacer talleres de formación agrícola dirigidos por la UMATA, tratamos de resolver la tercería de la mandarina, eran 170 toneladas  y  90 de aguacate, decidimos llevar a  vender nosotros mismos estos productos a las plazas de mercado.

Recibimos capacitaciones por intermedio de las oficina de Reinserción en Administración Agropecuaria con EAFIT y Mercado Internacional en convenio de la Universidad Bolivariana y el  Banco Central de México, además,  en el manejo  de pastos y ganado con en el SENA.

Pensamos que podríamos construir en esa zona Centros Pilotos de Paz, eran muchas las ideas que empezaban a consolidarse (…) pero en la mañana del domingo 23 de enero del año 2000, hace ya 21 años largos, hombres del Batallón Juan del Corral pertenecientes a la IV Brigada del Ejército Colombiano disfrazados con brazaletes  de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) entraron a la finca La Galleta de propiedad de la Sociedad Horizontes Ltda., se llevaron los compañeros Uberney Giraldo Castro y a José Evelio Gallo Gallo cuando estaban alzando a la chiva de la vereda la producción de cítricos y aguacate para llevarlos a la plaza de mercado del Municipio de Santa Bárbara.

 Bajaron por el camino real de la finca, llevaban también al Profesor Guillermo Adolfo Parra López  quien hacía cerca de 17 años trabajaba en la Escuela de la Vereda Sabanitas, al joven Wilfredo Cañaveral que espantaba los pájaros del sembrado de maíz de su familia. La compañera de Uberney Sosmery Cadavid salió con sus dos pequeños hijos, trató de quitarles a su esposo y fue ultrajada, continuaron el camino, les ataron las manos con los cordones de los zapatos; más adelante, obligados, se llevaron a Yhon Jairo, otro socio de la finca y a su hermano. Llegando a la quebrada Sabaletas a sangre fría asesinaron de varios tiros en la cabeza al profesor, lo dejaron a la orilla del río, luego hicieron devolver a Yhon Jairo y a su hermano diciéndoles: “no han visto nada”, “estos nos los vamos a llevar porque son guerrilleros” (…)  En cercanías a Cementos El Cairo se subieron a los carros del Ejército y desaparecieron.

Los socios que quedaron como pudieron dieron aviso al resto de compañeros de lo sucedido; inmediatamente iniciamos su búsqueda, nos comunicamos con Procuraduría, Fiscalía, Defensoría y medios de comunicación. En los mensajes pedíamos que les respetaran la vida. El lunes apareció el cadáver del joven Wilfrido Cañaveral en el Municipio de La Ceja.

Por distintos medios de comunicación salieron las noticias emitidas por la Cuarta Brigada del Ejército anunciando “la muerte en enfrentamientos de tres guerrilleros del ELN que estaban dinamitando las torres de energía en el Carmen de Viboral” (…) Los exhibieron en el parque del pueblo. Los dos cadáveres mostraban signos de tortura, uno de ellos tenía amputados dos dedos de la mano.  Estaban vestidos de camuflado, uno de ellos, José Evelio, tenía su cédula de ciudadanía en el bolsillo trasero del pantalón, nos dimos cuenta por averiguaciones que hicimos en la morgue de Medellín. De inmediato viajaron familiares de los compañeros al Carmen de Viboral, los reconocieron en la morgue y así mismo Fiscalía había pedido por fax copia de las fotos y las diligencias del levantamiento. Pero violentaron el carro del médico y se llevaron los documentos originales. En la noche hombres en varias camionetas se robaron los cadáveres de la morgue, violentando las cerraduras y dejando letreros alusivos al ELN.

El 28 de enero salió un comunicado a los medios de comunicación donde las autodefensas del Bloque Metro se responsabilizaron del asesinato de los compañeros. Dicho comunicado salió de un fax de la Cuarta Brigada, esta denuncia la sabemos por informe del embajador de los Estados Unidos a su país poniendo el comunicado como prueba de la alianza Ejército – paramilitares que él veía con preocupación.

Comenzó el asedio al resto de personas que somos socios de la finca; casa por casa empezaron a buscarnos, a hacer llamadas telefónicas con amenazas, nos obligaron a escondernos y a abandonar la ciudad de Medellín, viajamos a Bogotá, allí algunas autoridades y algunas embajadas nos brindaron protección.

Dos meses después, el 23 de marzo del año 2000, el Ejército de Colombia da el parte de que en la Finca la “Galleta” habían descubierto armas, granadas y radios de comunicación después de sostener un combate con la guerrilla. A punta de plomo casi destruyeron algunas máquinas de labranza y la casa de la hacienda, la única que estaba en buen estado, detuvieron treinta campesinos de la zona. Estos hechos provocaron un desplazamiento masivo de los campesinos de San Antonio y Palmitas, veredas aledañas a la finca. Allí detuvieron a Antonio Serna (asesinado posteriormente en la finca) y a Jairo Sánchez Gil, hijo de uno de los socios, este joven también asesinado meses más tarde. Nos han contado que está enterrado en la finca, la pandemia ha retrasado su búsqueda por la Comisión de Víctimas y Desaparecidos.

Desde Bogotá le dimos poder al colectivo de abogados José Alvear Restrepo para que llevaran el caso. La Fiscalía General de la Nación vinculó a la investigación al teniente coronel Miguel Sierra Santos, comandante del grupo mecanizado Juan del Corral  de la Cuarta Brigada, al capitán Carlos Alirio Buitrago, al sargento segundo Emigdio González, a los cabos primeros Humberto Blandón  y Sandro Fernando Barrero y a los soldados Yamil Escorcia, John Jairo Giraldo, Alfonso Mercado, Ricardo López y Diego Quiceno.

El 6 de abril del 2001 la Fiscalía General de la Nación emitió medida de aseguramiento sin beneficio de excarcelación contra los cabos primeros Humberto Blandón y Sandro Fernando Barrero, sindicándolos de secuestro simple, los demás continuarían vinculados al proceso.

Los esfuerzos que hizo el ejército de Colombia para hacer que nuestro caso fuera llevado por los tribunales militares fueron negados por la justicia ordinaria, el día 29 de abril del año 2003 el Consejo Superior de la Judicatura en Acta #36 dirimió el conflicto a favor del Juzgado Primero Especializado del circuito de Antioquia.

Finalmente luego de doce audiencias y del saboteo de algunas audiencias, el juzgado primero penal especializado  del circuito, el día 28 de Enero del 2004, profirió sentencia de condena a 40 años de prisión contra los cabos  Humberto Blandón y Sandro Fernando Barrero por los delitos de homicidio agravado y secuestro extorsivo, sentencia apelada por la defensa de los militares ante el tribunal administrativo de Antioquia, el cual el día 10 de marzo del  2005 confirmó en todas sus partes y finalmente  el  día  17 de septiembre del 2008 en casación penal se confirmó en todas sus partes la sentencia.

La masacre de La Galleta obedeció a una campaña de ejecuciones extrajudiciales, tal vez de los primeros falsos positivos, como se les llamaron posteriormente.

Los verdaderos jefes, el General Eduardo Herrera Vergel, comandante en esos momentos de la Cuarta Brigada (al que está adscrito el batallón Juan del Corral) así como el teniente coronel Miguel Sierra Santos, comandante del batallón Juan del Corral, no han comparecido nunca a los tribunales a responder por estos crímenes.

Deben saber las fuerzas militares que seguimos esperando cualquier señal que nos indique dónde están los cuerpos de los compañeros para poder cerrar esta etapa tan dolorosa de nuestras vidas.

Al día de hoy llevamos 9 años esperando justicia por los daños materiales causados por el Ejército Colombiano en el año 2000. El proceso duerme en los anaqueles del Consejo de Estado.

Esta es una versión muy apretada de los acontecimientos sucedidos; para nosotros, nuestras familias y amigos, fue una tragedia, han sido muchos los dolores, el exilio, las lágrimas, la desesperanza, la rabia, el odio y el resentimiento (…) es una mezcla de tantas cosas…

Asistimos a este acto de solicitud de perdón, de presentación de excusas, porque hubo un incumplimiento de una promesa por parte del Estado: el respeto de los acuerdos de Flor del Monte y el respeto de la vida de las personas que abrazaron dicho acuerdo y que además está consagrado en nuestra Constitución.

En carne propia desgraciadamente podemos dar testimonio de cómo las instrucciones con que forman las fuerzas represivas del Estado colombiano son instrucciones para un ejército de invasión o de ocupación que, al encontrarse con sus coterráneos, con el ciudadano, los tratan con desconfianza, como enemigos y con más crueldad si esos civiles piensan distinto y son de izquierda, comunistas, socialistas u opositores a la democracia de turno.

Esa formación les anula el respeto por el pensamiento diferente, el respeto por el ser humano, el aprecio por su vida y la de los demás, entrenados para ejercer la violencia contra el otro y propender por su eliminación. 

Esperamos que estos patrones de formación se vayan modificando para que apunten a una instrucción más humana, para que estos atroces hechos no se repitan y uds. señoras y señores del ejército, pongan así otro grano de arena en la construcción de la paz.

 Reiteramos y declaramos el firme convencimiento, después de tantos y tantos trasegares, de que la violencia tanto armada como de cualquier otro tipo no es la vía para afrontar los conflictos, sean de la dimensión que sean. El camino de la violencia armada que lleva siempre a la muerte, a la destrucción de la vida, no construye sino odio y el resentimiento.

Acudimos a este acto de perdón porque nos sirve para irnos liberando del resentimiento que nos va esclavizando, y porque contribuye al proceso de reparación y a cerrar un pasaje doloroso de nuestras vidas. En ese sentido somos los principales beneficiados. Lo es también el Estado porque reconocer sus errores con los ciudadanos educa en democracia, como sabemos hacen falta muchos, pero muchos actos como este.

Por ultimo, debemos reconocer el esfuerzo hecho por las señoras y señores del ejercito aquí presentes, tan pronto se dio a conocer el fallo del Juzgado Primero de Tierras se pusieron en contacto con nosotros, fueron muchas las reuniones, muchos los desacuerdos, toda la pandemia la pasamos en conversaciones,  en esas conversaciones participaron autoridades civiles a quienes damos las gracias por sus aportes y paciencia. Como lo pueden ver, hablando, escuchando y reconociendo al otro se pueden construir muchas cosas.

A nuestras familias que han padecido con nosotros, a los amigos que han estado atentos a nuestro dolor, a las organizaciones alternativas y solidarias presentes y a las que no pudieron venir, a las distintas autoridades aquí presentes, a todas y todos los que nos han dado una mano en esta andadura de la paz, millones y millones de gracias.