Por Víctor Solano Franco*
Este texto es tomado de ElQuinto.com.co y se publica gracias al acuerdo entre dicho portal y la Corporación Nuevo Arcoiris.
La toma de posesión de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos ha dejado un mensaje claro y contundente al mundo: la economía digital y las grandes empresas tecnológicas jugarán un papel central en su administración. La imagen de Trump jurando su cargo mientras algunas de las personas más ricas del mundo —desde Elon Musk hasta Mark Zuckerberg— ocupaban las filas cercanas no puede leerse como una simple coincidencia. Más bien, podría ser interpretada como un símbolo de una alianza estratégica entre el poder político y la élite empresarial hi-tech, una suerte de «nueva aristocracia».
La presencia de magnates como Jeff Bezos (Amazon, The Washington Post y la aeroespacial Blue Sky); Sergei Brin (Google) y Bernard Arnault (el grupo LMVH que tiene marcas como Louis Vutton, TAG Heuer y Dior, entre otras) en este evento no es un gesto protocolario, sino una declaración de intenciones. Estas figuras representan empresas que moldean el curso de la economía global y que, bajo el mando de Trump, podrían recibir un trato preferencial que perpetúe su dominio en sus respectivos sectores. En este sentido, el gobierno de Trump podría estar enviando un mensaje implícito de que las políticas de su administración estarán diseñadas para beneficiar a estas grandes corporaciones, reforzando su influencia y poder económico.
El hecho de que figuras como Elon Musk, quien invirtió más de 250 millones de dólares en la campaña de Trump, y Mark Zuckerberg, coanfitrión de eventos previos a la toma de posesión, estuvieran presentes en el acto, sugiere que el nuevo presidente valora la relación estrecha con quienes controlan la economía digital. ¿Estamos ante el surgimiento de una «nueva aristocracia» donde los dueños del capital tecnológico y las plataformas digitales se convierten en aliados indispensables del poder político?
El impacto de esta aparente alianza podría tener múltiples aristas. Por un lado, las grandes tecnológicas podrían obtener ventajas regulatorias y fiscales que consoliden su hegemonía en detrimento de los pequeños emprendimientos y de la competencia global. Por otro lado, el sesgo hacia estas corporaciones podría derivar en políticas que favorezcan aún más la concentración de riqueza y poder en manos de unas pocas personas y empresas.
La fotografía de los magnates de la tecnología en la toma de posesión también pone en tela de juicio los valores democráticos. ¿Qué mensaje se envía a los ciudadanos comunes cuando el poder político se rodea de multimillonarios que influyen tanto en la economía como en la información que consumimos? La participación de estos actores en la ceremonia inaugural genera dudas sobre la equidad del sistema político y económico, además de avivar temores sobre posibles conflictos de interés.
Para el resto del mundo, esta imagen plantea interrogantes sobre el impacto que tendrá esta relación entre la Casa Blanca y las grandes tecnológicas en las políticas globales. ¿Se reforzará la posición de estas empresas frente a regulaciones internacionales? ¿Se priorizarán sus intereses por encima de los principios de justicia económica y social?
La ceremonia de posesión de Trump, más allá de los rituales políticos habituales, se convirtió en una escena cargada de simbolismos. Las grandes tecnológicas, con su presencia prominente, parecen haber sido invitadas a sentarse en la mesa del poder, como en la célebre portada del album de Sargent Pepper de The Beatles o en el cuadro de ‘La última cena’ (que aquí podría interpretarse como la primera de una gran comilona…).
Ahora queda por ver si esta relación llevará a una nueva era de innovación y progreso o, por el contrario, reforzará un sistema cada vez más desigual y excluyente. En cualquier caso, la foto de la toma de posesión podría ser el retrato perfecto de los tiempos que vivimos: el poder político y el económico entrelazados en una alianza que define el rumbo del mundo.
- Comunicador social y periodista