Pedagogía de la intolerancia

¿Cómo expresar un mensaje contundente en 140 caracteres, los cuales ya estamos   utilizando con solo escribir la frase para dar inicio a esta columna?
Cuando antes nos tomábamos el trabajo de pensar una idea, rodearla de contexto para poder hacernos entender de nuestros destinatarios, hoy en su lugar nos tomamos el trabajo de pulir, resumir y comprimir un mensaje para enviarlo a través del “Twitter”. Una idea que deberíamos rodear de un mínimo contexto para expresarla debidamente, la volvemos un “trino” e instantáneamente la entregamos a quienes quieran recibirla.

Y no sólo eso, sino que se generan alrededor de ciertos “twitiadores” (si es que se pueden llamar así los generadores de opinión por este medio) unas verdaderas logias y hasta cultos de cientos, de miles, de millones de seguidores dispuestos a recibir estos pequeños balazos de “sabiduría comprimida”.

Los “twitiadores” se creen el cuento de ser comunicadores eficaces.

Los trinos contienen de todo. Se puede encontrar todas las manifestaciones de la cultura humana, desde las más triviales hasta las más complejas. Eso sí, todo en los ineludibles 140 caracteres, contando espacios y signos de puntuación, la máxima compresión del correo electrónico.  Cuando antes se podía utilizar el genero epistolar por el correo, ahora, con medios de comunicación altamente eficaces, donde se podría desplegar toda nuestra creatividad para expresar una idea, tenemos el “twitter”.

Es la manifestación de la pereza del emisor, que se toma el trabajo de reducir el mensaje para evitarse el trabajo de hacerlo entender; y es la manifestación de la pereza del receptor, que se quiere evitar el ejercicio de concentración en la lectura de lo que exceda a 140 caracteres. No tiene tiempo para más. Se le acabaron los minutos cerebrales al receptor  y también los caracteres en el trino al emisor.

140 caracteres, por ejemplo, alcanzan  para declarar muy rápidamente todo el amor a una persona, expresar admiración pero también para amenazar o insultar a alguien en una forma competente y certera. Un “madrazo” exige máximo 20 caracteres y dos o tres adjetivos calificativos adicionales le demandan otros 60 caracteres, incluyendo signos de exclamación repetidos.

Los colombianos tenemos “twitiadores” excelsos.  Shakira y  Juanes en el mundo artístico, el presidente Santos, el ex presidente Álvaro Uribe,  los ministros, con  Germán Vargas Lleras y otros en su ámbito respectivo, lo son en el mundo político.    Sus seguidores se cuentan por cientos de miles, quizás millones y ya se vuelve un drama cualquier declaración sintética, por que el costo político se mide en cuantos seguidores se ganan o cuantos se pierden por tal o cual “trino”, dejando al “twittero” convertido en un adicto al juego en un casino de la palabra recortada.

Hace muchos años, cuando el internet apenas comenzaba a conocerse y el Twitter no existía, el entonces gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez quiso implementar un modelo de cultura de resolución negociada de los conflictos. Lo denominó “Pedagogía de la Tolerancia” y fue el eje de la educación en sus 4 años de gobierno.

Para ello se adaptó el llamado “método Harvard” de negociación, unos criterios basados en un libro de dos profesores de esa universidad,  Fisher y Ury, gurús de la negociación que escribieron un texto con el  muy paradójico título de “Sí, de acuerdo….Cómo negociar sin ceder” que recomendaba cuatro principios fundamentales, casi de mínimo sentido común: separe a las personas del problema; concéntrese en los intereses, no en las posiciones;  invente opciones de mutuo beneficio: insista en que los criterios sean objetivos.

El programa de pedagogía de la tolerancia, alcanzó logros considerables, como la capacitación de cerca de 90.000 personas,  pero no construyó una cultura de la solución de los conflictos en el departamento de Antioquia, a pesar del notorio esfuerzo de su directora, la inolvidable Sandra Ceballos.

Hoy, desde su cuenta de Twitter, el doctor Uribe, antes abanderado de la pedagogía de la tolerancia, desdice los mismos principios que pretendió implantar cuando era gobernador, y enerva el país con frases escuetas, de 140 caracteres o menos, atacando a tirios y troyanos, siempre que ya no sean de sus afectos, a pesar de que en Colombia se requieren muchos menos caracteres para esculpirle la lápida a alguien.

Se ha convertido en el pedagogo de la intolerancia. Dicta fugaces cátedras de rencor  imborrable por el blackberry  y olvida el principio fundamental que rige las relaciones humanas,  que es establecido en el libro – método  de Fisher y Ury en forma contundentemente clara: “Duro con el problema, suave con las personas”.

Es cierto que las respuestas que obtiene  por los “twitiados” no son menos belicosas, y desde luego que también les caben estas críticas, pero no se le puede olvidar que en casi todos los casos él trinó primero, que él fue presidente de todos los colombianos, y debe comportarse como tal.

/ Antonio J. García

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