El error de prohibir la Inteligencia Artificial

Por Víctor Solano Franco*

Especial para El Quinto

Texto publicado gracias a una alianza con el portal elquinto.com.co

En pleno 2025, aún hay empresas en Colombia que miran la inteligencia artificial (IA) con desconfianza. Según el más reciente estudio de WeWork y Michael Page, el 6% de las organizaciones desincentiva su uso, mientras que solo un 7% ha desarrollado políticas internas para aprovecharla y capacitar a sus empleados en su manejo responsable. Esta cifra, aunque pequeña, dice mucho sobre nuestra cultura empresarial: seguimos viendo la innovación con temor, como si fuera una amenaza para el trabajo humano, en lugar de una herramienta para potenciarlo.

La IA no es el enemigo. Es una extensión de nuestras capacidades, una aliada que puede liberar tiempo, optimizar tareas repetitivas y permitir que los trabajadores se concentren en lo que verdaderamente agrega valor: la creatividad, la empatía, la estrategia. Negar o prohibir su uso es como haberle negado al correo electrónico su entrada a las oficinas en los años noventa por miedo a que reemplazara las reuniones. Es un error de visión.

Colombia tiene un capital que muchos países envidiarían: su talento humano. En nuestras empresas hay ingenio, adaptabilidad y una enorme capacidad de aprendizaje. Pero esa riqueza se desperdicia si no se canaliza con dirección. El estudio muestra que el 63% de las compañías ya implementa software basado en IA, pero su adopción depende más del entusiasmo individual de los empleados que de una política organizacional clara. Sin acompañamiento, sin guía y sin formación, la IA corre el riesgo de convertirse en una herramienta subutilizada o mal aplicada.

El debate ya no es si debemos usar la inteligencia artificial, sino cómo hacerlo bien. Las empresas que la prohíben o la ignoran no están protegiendo a sus empleados; los están condenando a la obsolescencia. Las compañías que en cambio la adoptan con responsabilidad —estableciendo lineamientos éticos, promoviendo el aprendizaje continuo y fomentando la experimentación— no solo aumentan su productividad, sino que fortalecen su cultura organizacional.

En un entorno laboral que cambia a una velocidad sin precedentes, la capacitación ya no es un lujo, es una obligación. El estudio revela que solo el 1% de los trabajadores colombianos tiene dominio avanzado de la IA. Es urgente cerrar esa brecha con programas que empoderen a las personas, no que las reemplacen. Las máquinas procesan datos; los humanos interpretan contextos. Esa sinergia es el verdadero futuro del trabajo.

Ahora bien, esto tiene que empezar desde la escuela. Las nuevas generaciones que se están formando deben encarar la IA con toda la ética para que no reemplace el razonamiento ni la creatividad. Por eso los maestros deben estar en la frontera del conocimiento para que se no dejen tomar ventaja y acompañen los procesos de enseñanza-aprendizaje

Por eso, en lugar de prohibir la inteligencia artificial, deberíamos enseñarla. En lugar de temerle, deberíamos gobernarla. Si logramos hacerlo con políticas internas claras y con visión humanista, la IA no nos quitará empleos: nos abrirá oportunidades. Y ahí, justamente, está el desafío y la promesa de las empresas colombianas del siglo XXI.

*Comunicador social y periodista.

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