En 2011, Palestina aspiró a ser Estado miembro de la ONU de pleno derecho, pero su sueño quedó truncado por el veto de los Estados Unidos y las presiones de Israel. Un año después, los palestinos vuelven a la ONU con un sueño que evade estos obstáculos: ser “miembro observador”. Esta categoría depende de la Asamblea General y no del Consejo de Seguridad. En otras palabras, el veto de los Estados Unidos no tiene ningún efecto y las críticas de Israel tampoco.
Entre una y otra propuesta, la situación se ha deteriorado. Según el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, en este último año, el número de colonos que viven en los asentamientos israelíes en territorio palestino (todos ellos ilegales según el derecho internacional) aumentó en 20.000, hasta lograr la cifra de más de medio millón. Estos ocupantes son responsables de 991 ataques violentos contra palestinos, incluyendo disparos, asaltos físicos, ataques incendiarios, asesinato de ganado y la destrucción de propiedades y vehículos; 60 de los cuales fueron contra instituciones religiosas, tanto musulmanas como cristianas.
Nuevamente los palestinos acuden a la ONU para buscar un reconocimiento, esta vez de “miembro observador”, decisión que depende de la Asamblea General, con lo cual esquivaría el veto impuesto por Estados Unidos.
En 2012, según un informe de Naciones Unidas, más de 1.000 palestinos fueron desplazados por la demolición de sus casas, el más alto promedio anual desde 2005. Y según la agencia OCHA de la ONU, el 42% de las solicitudes de permiso presentadas para recoger la cosecha de olivas en el área aislada por el muro del Apartheid que construye Israel en territorio palestino, fueron rechazadas.
Otros temas centrales de la ocupación: el estatuto de Jerusalén (que es una ciudad internacional y no la capital de Israel), las fronteras entre Israel y Palestina (cada vez más sometidas a la ruta del muro que construye Israel en territorio palestino y que reduce los territorios ocupados a la mitad de su extensión), y el regreso de los refugiados (expulsados por Israel en 1948 y muchos de los cuales aún viven en campos de refugiados en Líbano, Siria y Jordania), son temas que no aparecen en la agenda de negociación entre Palestina e Israel.
Esta decisión palestina, de buscar ser reconocido como Estado observador, le valdría acceder a instancias como la Corte Penal Internacional -asunto que no sería del agrado de Israel. Resulta paradójico que Israel fue aceptado como miembro de la ONU si, y solo si, respetaba dos de sus resoluciones: la 184, que partía el territorio reconociendo el Estado palestino; y la 191, que reconoce el derecho al retorno de los refugiados palestinos. Más de seis décadas después, Israel sigue sin respetar el derecho que le reconoció como miembro de la ONU, mientras emprende otra campaña para impedir a los palestinos ser un actor internacional, aunque sea simbólico, en la categoría de observador.
* Víctor de Currea-Lugo, PhD, es profesor de la Universidad Javeriana