/ Por Mauricio Acosta González*. Buen vaticinio acompañan los vientos de paz. En la opinión pública se respira un ambiente de favorabilidad, mezclado con cierto escepticismo, sobre el inicio de las negociaciones. Esto no es para menos, a partir de 1980 la historia del conflicto armado ha estado marcada por la agudización de la confrontación y los sucesivos procesos de paz con las guerrillas. Ni siquiera el gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez, con su negación del carácter político del conflicto, se abstuvo de desarrollar acercamientos con estos grupos armados.
Esta larga historia de paz y conflicto nos deja algunas lecciones. Por un lado, es necesario que este nuevo proceso no sea parcializado, puede ser reiterativo, pero si el Gobierno quiere desarrollar una política de paz coherente debe extender su propuesta de diálogo al Eln. La complejidad de esta situación se define en el dilema de continuar la confrontación contra algunas organizaciones guerrilleras, mientras se adelantan negociaciones con otras, lo que significa un alcance parcial de la paz y la prolongación la guerra.
El actual proceso de paz no sólo debe tener en cuenta los errores cometidos en negociaciones anteriores, también debería replicar sus aciertos, pues en ellos es posible encontrar alternativas que contribuyan al desarrollo de la agenda de paz.
Por otro lado, la experiencia nos enseña que el cierre de cada etapa de negociación ha traído consigo un proceso de escalonamiento de las exigencias y concesiones que solicitan las partes en torno a las condiciones de la negociación, pero sobre todo frente a los contenidos y alcances de la agenda. Situación que requiere un esfuerzo adicional de las actores, con el fin de que esto no se conviertan en un obstáculo dentro del proceso, pero también para que puedan ser comprendidas por la sociedad.
Por ejemplo, los procesos del M19 y el Epl se hicieron luego de un cese al fuego; hoy, las conversaciones se hacen en medio de la confrontación y no es una condición sine qua non el cese de las hostilidades. La agenda de la negociación no se circunscribe a una amplia reforma política y a las condiciones de desmovilización de los integrantes de los grupos armados; de manera afortunada temas como el derecho a la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas hoy juegan un papel prevalente.
Hay que ser justos, el actual proceso de paz no sólo debe tener en cuenta los errores cometidos en negociaciones anteriores; buena parte de su éxito puede depender de replicar sus aciertos, en ellos es posible encontrar alternativas que contribuyan al desarrollo de la agenda de paz.
* Politólogo y experto en temas de conflicto y paz | @maoset