Foto: Humberto de la Calle e Iván Márquez.
/ Por Nicolás Ramón Contreras*. El cubrimiento noticioso sobre el comportamiento de los actores en las comisiones de diálogos del gobierno de mi país Colombia y de las Farc, el pasado jueves 19 de octubre en Oslo (Noruega), dejó en claro que por lo menos en el caso colombiano, las empresas mediáticas no sólo confirmaron su toma de partido en favor del gobierno, sino que cerraron filas con disciplina espartana y pretoriana, para proteger la versión actualizada de «los tres huevitos» dejados aparentemente por el ex-presidente Uribe, en heredad a Juan Manuel Santos: el modelo económico de la seguridad democrática, la seguridad inversionista y la privatización excluyente, que deja al estado en calidad de comodato a los oligopolios privados y las multinacionales.
En ese punto, los dos canales audiovisuales noticiosos no se pusieron con rodeos: una vez terminada la alocución del comandante en jefe de la delegación del gobierno Santos – Humberto de la Calle – Caracol y RCN, alegando cumplirle a sus anunciantes y con la programación, cortaron la transmisión y ejecutaron al unísono la misma política en el tratamiento noticioso vigente desde el gobierno Uribe, de negar a como dé lugar oportunidad de hablar al contrario, sustituido en los siguientes noticieros, por los mismos politólogos al gusto (Vicente Torrijos por ejemplo), o nuevos en el oficio como Navarro Wolf, que en pose farisaica del cura que olvidó su pasado de sacristán, rasgó sus vestiduras para denunciar la nueva apostasía insurgente, en tono pesimista:
“Sí continúan las posiciones del Caguán, estos diálogos no van para ninguna parte”. Y tuvo tanto éxito en su lectura, que la mayoría de las columnas de opinión en los principales medios impresos, virtuales, audiovisuales y multimediales de mi país, la han repetido con otras palabras (María Elvira Sámper, Armando Montenegro, Antonio Caballero etc.); otros y otras, agregándole un poco más de dramatismo como María Isabel Rueda, quien se declaró bajo amenaza por el pronunciamiento de uno de los voceros de las Farc, que aprovechó la pregunta de un medio alternativo, para hacer críticas a los medios noticiosos empresariales y proponer, nuevos esquemas populares de comunicación.
¿Pero es el vocero de las Farc, con todos los cuestionamientos que le quepan por actos francamente delictivos, el único en señalar la podredumbre de la prensa nacional como vocera de los organismos del estado? Mi respuesta es no: tengo en mi biblioteca un revelador y completo estudio de medios, adelantados sobre una muestra de 12 diarios y un semanario, entre el 7 de octubre del 2002 al 5 de octubre del 2003, con el nombre de “Proyecto Antonio Nariño” realizado con auspicios de la NED – entidad adscrita al USA departamento de estado- el cual fue dirigido por Germán Rey, Jorge Iván Bonilla, Ricardo Corredor y Marta Ruíz, con un esclarecedor prólogo de Jaime Abello Banfi, que analiza esta tendencia mediática preocupante, desde los fenómenos globales de las famosas guerras contra el terrorismo y las invasiones a Irak y Afganistán.
Entre los resultados que más me llaman la atención destaco: 1) Despolitización del conflicto armado en cuanto sección de anclaje informativo; 2) El conflicto porcentualmente se informa como noticia (60%) y breves (33%) en tanto que los géneros interpretativos apenas alcanzan el 1% o el 2%, es decir, crónica, entrevista, reportaje, etc.; 3) El seguimiento informativo es casi inexistente (2%); 3) En la información es escasa la pluralidad de fuentes y se tiende a emplear una sola fuente (68%) y el 27% de las notas que presentan más de una fuente tienden a ser similares en el punto de vista; 4) La mayoría de las fuentes de información son estatales (48%) en contraste con las víctimas y testigos (13%); 5) La concentración de la información en presidencia de la república es de un 43%, mientras las Fuerzas militares la concentran en un 72%.
Los últimos tres puntos, se reflejan diacrónicamente desde la fecha hasta el presente, en el cubrimiento del conflicto armado en los territorios indígenas del Cauca, las entrevistas al expresidente Uribe (por ejemplo las de Vicky Dávila), Carlos Castaño (por ejemplo las de Claudia Gurisatti) o al general Navas (por ejemplo Juan Carlos Vélez), en las cuales la modalidad es casi la de micrófono abierto y los medios informativos se convierten en portavoces oficiales de una de las partes en conflicto (en este caso el gobierno) y de su aliado en buena parte del conflicto durante los gobiernos de Pastrana y de Uribe (el paramilitarismo), hecho denunciado por un texto ya citado como fuente en escritos anteriores: “Colombia: Il Paese dell eccesso” de Giovani Piccoli.
El papel de los medios de comunicación es fundamental en cualquier proceso de paz, sin embargo, para el caso colombiano el papel que cumplen es cuestionable y se observó en la manera cómo cubrieron la rueda de prensa en Oslo, Noruega.
El día 10 de octubre del 2012 El Espectador publicó una nota articulatoria de la serie televisiva de Caracol, “Escobar El Patrón del Mal”, con el título de “El Magnicidio de Bernardo Jaramillo”, como parte del serial “Los Crímenes de Escobar”, otro de los muchos escritos y productos mediáticos continuadores de una tendencia, que desvincula a Carlos Castaño del negocio del narcotráfico y lo exalta, como la figura de un mesianismo militar del capital privado que libró a Colombia, de la amenaza “comunista=terrorista”. Esta misma tendencia se puede apreciar en los reportajes y promocionales de NTN 24 Horas y en RCN su casa matriz, donde con frecuencia se muestra una arenga de Carlos Castaño a sus huestes, recalcando que su lucha, obedece a la debilidad del estado para combatir a las Farc.
Son éstas las lógicas narrativas de un periodismo privado, haciendo uso de la información como bien público, trastocado en medio de propaganda para el adoctrinamiento de la opinión pública a favor o en contra de algo o de alguien con inquina agresiva, el cual a su vez, ha tenido como efecto residual, una cultura de la violencia con fines comerciales extendidos a lo deportivo.
Este apéndice pernicioso ha convertido las divisas futbolísticas en un bien de consumo, donde el fin comercial justifica la incitación directa o indirecta a la violencia, con su propio campo de batalla con balas, armas blancas, matoneos y muchas víctimas, que permiten medir hasta qué punto, los medios como empresa privada con intereses comerciales también privados, merecen un lugar como pacientes en dichas mesas de diálogo – así como gobierno y guerrilla- y no como garantes de una información veraz y oportuna, como se autopromociona Caracol TV, bajo la conducción de Juan Carlos Vélez.
Hecha la extrapolación y digresión necesarias, para sustentar la realidad beligerante de los medios como actores, que desacreditan incluso a los mediadores al extremo (como Piedad Córdoba), mientras por el otro, lavan conductas delictivas en contra del pueblo colombiano, realizadas por su parte favorita en el conflicto, se puede entender cómo estos personajes informativos, en lugar de situar la narración en un tono de equilibrio, conducente a una completa ilustración sobre el conflicto, sus causas y delitos de los combatientes por igual, de manera que la opinión pública, tenga elementos de juicio más sólidos para fijar posiciones, los pseudoanálisis de columnistas y periodistas, se han perdido en detalles baladíes relacionados con el inicio de los diálogos cómo:
1) La guerrilla empleo más del doble del tiempo usado por el vocero del gobierno 2) La guerrilla trajo el mismo discurso anacrónico del Caguán 3) Humberto de la Calle habló más bonito que los voceros de las Farc 4) La guerrilla incumplió la agenda porque puso en discusión el modelo económico y la política de tierras; peor aún, ofendió a prestantes familias empresariales con asiento en la comisión negociadora como los Eder, los ganaderos y los intocables mucha plata nacionales 5) La guerrilla juega sucio porque exige la presencia de Simón Trinidad y lleva a la mesa a una extranjera como la holandesa Tanja Nijmeijer.
Sin embargo, la prensa no le ha dicho a los colombianos en este contexto, que el índice Gini, que mide la desigualdad a nivel mundial por país, sitúa a Colombia en segundo lugar; y ese mismo lugar lo tiene en el aumento de la miseria y un subempleo que disfraza el desempleo pleno, pese a la magia pseudoacadémica del DANE. Frente a estas tesis y posiciones para nada profesionales y equilibradas, que desconocen olímpicamente el carácter vinculante de un preámbulo en una negociación, vale preguntar frente a las realidades concretas del país:
¿Es serio que la causa principal del conflicto desde hace más de 50 años, incluida la tenencia de la tierra y el territorio, se convierta en tabú de unos diálogos que buscan precisamente, superar dicho escenario de guerra? ¿Se ha convertido Colombia en un país más justo como para que ese tema ofenda al gobierno y a los especialistas mediáticos a su servicio? ¿Por qué se insiste en mostrar nada más como demonio a una de las partes en conflicto, incluso se le achaca el San Benito de la narcofinanciación y la violación de los derechos humanos? Digo esto por la presteza de los informativos para registrar hallazgos de caletas de cocaína guerrillera justo ahora, sin preguntarse el porqué; o la forma de escoger al personaje de la sección “haciendo la diferencia” en Noticias Caracol TV, para la fecha misma y los alrededores de los diálogos.
Por supuesto que las Farc son violadoras de los derechos humanos, allí están los numerosos secuestros de civiles, incluyendo el de Alán Jara sacado de un carro diplomático de la ONU. Por supuesto que las Farc se financian con narcotráfico, como también se financió la guerra paramilitar que se extendió a los presupuestos municipales de gran parte del país; y como también la principal potencia que se lucra del conflicto lo ha hecho a través de la CIA y los sistemas bancarios con licencia impune para lavar dólares…Pero: ¿Será que para la misma prensa que se la montó a Samper por un narcocheque de los narcos de Cali, todos estos hechos pasaron a espaldas de los tres últimos gobiernos? ¿Son los asesinatos comerciales de civiles ajenos a la guerra, cometidos por militares para cobrar recompensas, otro caso a espaldas de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos?
Incluso, también habría que preguntarle a nuestra flamante prensa empresaria “objetiva” y “veraz”: ¿Después de revelados los expedientes de Chengue, El Salado, Operación Orión, Mapiripán y los falsos positivos, entre muchos, se puede seguir afirmando que estos casos, fueron simples hechos aislados de nuestras fuerzas militares? ¿Será que la prensa privada oficialista seguirá pasando de agache el cartel de testigos denunciado por Daniel Coronel, o nuestro servicio diplomático convertido en guarida de violadores de derechos humanos y aliados del paramilitarismo? ¿Será que la prensa privada nacional y las ONG afectas a sus enfoques, pretenden seguir echándoles el muerto de los secuestros en zonas de frontera solamente a las guerrillas? ¿Y las fuerzas paramilitares y narcotraficantes exportadas a Venezuela y Honduras? ¿Por qué tanto sesgo al hacer periodismo?
Como epílogo de esta reflexión, se puede anotar que, el sistema judicial, pieza clave en el engranaje de la paz en cualquier nación civilizada, como una especie de marco enfermo y nefasto ignorado por los guerreros sentados a la mesa y los guerreros mediáticos, registra casos emblemáticos de corrupción, como los de Sigfredo López, Andrés Colmenares, Fredy Muñoz condenado con un expediente espurio (también usado contra William Parra, entre otros). Acaba de suceder en Cundinamarca la enésima eutanasia forzada por el sistema privatizado de salud – craneado, expuesto, parido e impulsado por Álvaro Uribe cuando era senador. ¿Por qué la prensa tan solícita para dar cobertura a sus trinos y hacerle entrevistas complacientes no le toca el tema? Mientras tanto, a nivel internacional, USA y la mayoría de los países de la UE, colapsan debido al modelo económico llevado al extremo de economía especulativa y el estado privatizado, que en Colombia se considera dogma intocable, por parte del gobierno y sus voceros mediáticos de opinión.
* Nicolás Ramón Contreras Hernández, Tolú- Sucre. Ciudadano afroabiayalense de la Región Caribe en la República de Colombia. Red Independentista Del Caribe. Observatorio Independiente de Medios.