Foto: archivo CNAI.
/ Por Humberto Vélez Ramírez.* “Desarrollo rural integral”, primer punto central de la negociación que se iniciará el lunes 19 en la Habana, es una frase abstracta pero bonita, que dividirá, distanciará y exacerbará cuando en las próximas semanas cada parte, desde su visión particular, la aterrice en la compleja y grave cuestión rural colombiana. Pero, por algo, o por mucho, será que gobierno y farc la pactaron como punto de despegue de las conversaciones formales. Si en la Habana, las partes se abren a acuerdos en torno a algunas de las dimensiones más substantivas del complejo trío tierra-territorio-cultura rural, por mucho escozor y pujas y pulsos que se susciten, podrá decirse que el proceso se ha iniciado por buen camino.
Importa mucho recordar ahora que todo proceso de negociación, cumplida la etapa de pre-negociación, se inicia con una agenda explícita dura, que se traduce en posiciones cerradas, pero en el camino, aquella, de modo progresivo, va explicitando la agenda oculta que, silenciosa, recoge los logros esperados por cada parte. De esa manera, las posiciones cerradas se van traduciendo en posturas más abiertas… y así sucesivamente hasta llegar, tras múltiples tropiezos, a un referente común que les permita fraguar acuerdos. Por lo tanto, desconocedoras o malintencionadas son aquellas personas que atribuyen la agenda oculta solamente a una de las partes cuando en este caso, por ejemplo, la tienen tanto la guerrilla como el gobierno.
Santos ya ha adelantado los puntos de partida en los que podría hacer “concesiones”: 1.mayor acceso a la tierra (sin hablar, de modo explícito, de reforma agraria); 2. Infraestructura para las zonas más apartadas; y. 3.prosperidad en igualdad en todo el territorio. Como decir, un punto concreto, posibilidad de avanzar a una especie de reforma agraria y dos puntos vagos, válidos para todo el país. Las Farc, por su parte, se han movido entre el realismo y sus aspiraciones. Por ejemplo, en entrevista concedida el 9 de noviembre al “Telégrafo” del Ecuador reflejaron esa ambivalencia discursiva, dijeron que “se adaptan a las realidades”, pero que reivindicaban una “una explotación racional, acorde con una existencia digna del ser humano”. Por otra parte, en sus “Reflexiones sobre la Agenda de la Habana”, en las dos últimas semanas lo han reiterado, “El derecho a la tierra va más allá del derecho al suelo y su titulación. Se trata de un derecho a la reapropiación colectiva social del territorio, como parte esencial de un derecho a la vida, al disfrute de la naturaleza en armonía con ella y el desarrollo de relaciones sociales y de la cultura en el marco de un desarrollo socioeconómico sostenible”.
Como decir que, como punto de partida, lo que los negociadores de las Farc harán, será hacer explícita su concepción del “desarrollo rural integrado” enhebrada alrededor del trío tierra-territorio-cultura rural y ecológica; de allí pasarán a postular una reforma rural de la que la reforma agraria será una dimensión central. Y en ese marco, buscarán introducir la discusión sobre el uso del subsuelo en esta etapa de la historia económica del país. Precisamente, lo contrario de lo que harán los negociadores del Estado. Estos, de entrada, no explicitarán su enfoque o concepción del desarrollo rural integrado buscando, más bien, salirse de lo doctrinario conceptual para propender por acuerdos puntuales y pragmáticos. Entonces, en esa puja y presión, se evidenciará que los parámetros o patrones de esta negociación no son la pareja “socialismo o capitalismo” sino, más bien, la inevitable tensión entre “neoliberalismo y anti-neoliberalismo”.
En La Habana las Farc harán explícita su concepción del “desarrollo rural integrado”, y de allí muy seguramente pasarán a postular una reforma rural en la que la reforma agraria será una dimensión central, ¿qué dirá el Gobierno?
En contraste con los enemigos de la negociación, que han intentado presentar a estas farc como la reproducción de los comunistas “come-niños”, valdría la pena destacar cómo ni en el discurso de Márquez en Oslo ni en ninguna de las “Reflexiones” que han producido durante estas dos semanas, ha habido una posición socialista o marxista sobre la cuestión agraria. Por el contrario, han rescatado el discurso del liberal Murillo Toro que, a mediados del siglo XIX, a propósito de la expropiación que se le hizo a la Iglesia, la gran terrateniente de la época, levantó la consigna “la tierra para quien la trabaje”. Universalizar el derecho de la propiedad privada no tiene nada de socialista y sí mucho de social liberal. En un contexto de modernidad, esa consigna, alimentada y enriquecida por muchos estudios académicos, diría, “la tierra para quien la trabaje, un ciudadano colombiano que, dotado de una rica cultura rural y ecológica, es el habitante de un territorio humanamente digno”.
Esta compleja y dificultosa negociación pasará por muchos escozores y pujas y pulsos, que siendo inherentes a toda negociación, sobre todo a una como ésta, serán aprovechados por sus enemigos para enrostrarnos a sus amigos: ”Ya se lo habíamos advertido, esto marcha hacia el más rotundo fracaso”. Destacamos lo siguientes posibles momentos críticos:
1. ¿cómo debe participar la sociedad civil? ¿De modo directo- las Farc- o a través de correos electrónicos- el Gobierno-? En nuestro concepto, de modo directo las víctimas directas del conflicto armado, y, de modo indirecto, las víctimas indirectas que somos todos.
2. Otro punto de fuertes pulsos será el de la definición de un punto equilibrio entre las lógicas de la paz y las lógicas de la justicia, sobre todo en relación con las víctimas, que tienen derecho a la verdad, justicia y reparación. Sea la que sea, las Farc y el Estado – entre responsables no se pueden absolver recíprocamente los pecados- tienen que asumir la cuota de responsabilidad que les corresponde por el daño causado a tantas víctimas.
3. El problema del cese al fuego: será ésta una demanda permanente, sobre todo ahora, cuando se ha iniciado, de parte y parte, una re-escalada militar. En nuestra opinión, la posibilidad de un cese al fuego no puede plantearse en abstracto sin considerar la situación real de las relaciones de fuerza. Presuponiendo una relación de fuerzas favorable al Estado, en la medida en que se vayan produciendo acuerdos concretos el cese al fuego llegará, a no ser que las Farc, en una acción intrépida que las reposicionarían en lo político, lo decreten de modo unilateral.
El otro escozor y pulso que se ha venido produciendo es el asociado a las relaciones simbólicas entren las Farc y las sociedades civiles. Al margen de las posiciones de la extrema derecha y de las manipulaciones de la dominación mediática, las Farc deben aterrizar para aceptar la realidad del rechazo generalizado a sus métodos y a algunas de sus conductas en anteriores experiencias de negociación. La gente quiere la paz, ha empezado a apoyar a Santos, pero el 57% de ella no cree que estas negociaciones tengan feliz término. Pero, por desgracia la cultura de poder que ha prevalecido en Colombia ha sido altamente valorizadora de “los que lo detentan en un momento dado” siendo, por lo tanto, muy negativos sus imaginarios colectivos sobre los que carecen de él, máxime cuando se trata de la oposición armada.
En condiciones tales, en los imaginarios colectivos, negociación con el gobierno se asocia a un necesario sometimiento acrítico. Pero, este imaginario colectivo se encuentra alejado de las exfarc futuras, por lo menos, de las que se han preanunciado: un movimiento que pasará de la insurgencia armada a la insurgencia civil, es decir, que no pasará a la oposición genuflexa; que ha anunciado que no se desmovilizará, sino que dejará las armas para dedicarse hacer política tirando paz; finalmente, un movimiento que ha dicho que no se reinsertará a la actual sociedad porque nunca ha salido de ella, sino que, más bien, se instalará en su interior y que lo que hará será contribuir a impulsar su transformación estructural.
Por lo tanto, si la negociación sale exitosa, las sociedades civiles tendrán que acostumbrarse a asimilar esa nuevo perfil ideológico político de las antiguas ex-farc.
* Profesor, investigador de la Universidad del Valle.