Bala en vez de negociación
/ Por Álvaro Delgado.* Los corteros de la caña de azúcar volvieron al escenario. El 29 de enero pasado ocurrió el último episodio de una serie de ultrajes contra los trabajadores del Ingenio La Cabaña (Puerto Tejada, Cauca) proferidos a raíz de la presentación de un pliego de peticiones en diciembre último. Dos sicarios ultimaron a Juan Carlos Pérez, cortero y dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Agropecuaria (Sintrainagro), el mismo que agrupa desde hace muchos años al sindicato bananero de Urabá.
El problema es que en La Cabaña la afiliación a Sintrainagro “es sinónimo de despido inmediato y de presión psicológica a las familias, para que los trabajadores se abstengan de apoyar el pliego de peticiones”. Pese a las gestiones hechas ante el Ministerio de Trabajo, esa empresa continúa burlando el derecho legal de los trabajadores a pactar una negociación colectiva. En el Ingenio María Luisa (Candelaria, Valle) sus compañeros llevan un año a la espera de un tribunal de arbitramento que defina el pliego de peticiones.
El 14 de julio de 2012, en la sede que tiene en Palmira el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Caña de Azúcar de Colombia (Sintracañazucol), tuvo lugar un Encuentro patriótico por los derechos de los corteros de caña, en el cual participó un centenar de activistas y líderes de ingenios de la región que actualizaron el diagnóstico de los problemas que enfrentan los obreros de la caña en compañía de las más diversas delegaciones: Federación Sindical Mundial, Organización Regional Indígena del Valle del Cauca (Orivac), Movimiento Marcha Patriótica, Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria de la Alimentación (Sinaltrainal), Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Azucarera 14 de Junio (Sintracatorce) y otros, a quienes se sumaron dirigentes políticos de izquierda. Nótese que no hubo representación oficial de ninguna de las tres centrales sindicales del país.[1]
La reunión de Palmira puso de presente las nuevas fricciones laborales en la industria del dulce. Sintracañazucol afirma que la mecanización acelerada del corte y recolección de la caña ha desplazado por lo menos a 20.000 corteros de la región. Pero lo más grave es la división que reina entre los trabajadores, producto de hábiles maniobras de empresarios y sindicalistas domesticados, una situación que se remonta a los años 50 y 60 del siglo pasado y que la izquierda organizada del Valle nunca pudo resolver. Basta con saber que en la CUT hay cuatro sindicatos de corteros, que supuestamente son independientes y sin embargo tampoco se unen en uno solo.
Héctor Duque, obrero de fábrica del Ingenio Central Tumaco, afirmó en el Encuentro: “Hoy deberíamos estar negociando un solo pliego de peticiones, pero en el camino los trabajadores se fueron desuniendo. Hoy los alcances de las negociaciones no son ni siquiera los del Código del Trabajo”. Omar Sedano, vicepresidente de Sintracatorce, añadió copiando el lenguaje siniestro que emplean nuestros profesores de ciencias sociales: “Hubo un cambio ideológico en el tema de las Cooperativas de Trabajo Asociado, que se volvieron empresas. Los empresarios, muy hábilmente, lograron sacar a los corteros del proyecto de ser trabajadores directos y crearon empresas llamadas Espejo […] Al final se crearon con NIT aparte las nuevas empresas especializadas para el corte manual de la caña y en Incauca hubo una reunión a puerta cerrada con una organización sindical llamada Sinalcorteros, que va en base del Moir, y de allí nació ese tema […] Para mí, Sinalcolteros es uno de los más fuertes, en el sentido de que lograron afiliar la gente de los ingenios más grandes y donde los empresarios son los que les ayudan y son los que les han puesto todo el aparato logístico para que ellos puedan coger a nuestros compañeros y afiliarlos”.
Digámoslo en plata blanca: ahora las distintas vertientes de la izquierda sindical repitieron el drama del Polo Democrático y “se abrieron” también en las filas sindicales, con las fatales consecuencias arrojadas. Los patronos, claro está, prefieren a la parte blanda, no impregnada de comunismo.
Los resultados están a la vista. Carlos Perillo, del Ingenio Central Castilla, opina que la eliminación de la tercerización ordenada por el gobierno Santos se quedó en el papel. “Se la pasan por la galleta […] Somos 900 corteros en Central Castilla, pero hay mucho miedo”, dijo al poner de relieve la falta de solidaridad entre las organizaciones sindicales. La líder Elizabeth Ortega añadió: “Hoy hablar de unidad es una utopía, pero hay que luchar. Empecemos a identificarnos en lo que nos unifica: sería el colmo seguir dándonos dentro de la izquierda”. Y agregó: “Si con Marcha Patriótica se avanza como hasta ahora, allí cabemos todos y todas”. Pero… hablar de Marcha a los actuales dirigentes del PDA es pecado mortal y no van a ceder. Las esperanzas de Palmira no caminan, como tampoco parecen hacerlo las puestas en una sola organización nacional de los trabajadores del carbón.
Las distintas vertientes de la izquierda sindical repitieron el drama del Polo Democrático y “se abrieron” también en las filas sindicales
No obstante, en medio de su fragilidad, el movimiento azucarero lucha por reivindicaciones mínimas. Primero que todo, el derecho al trabajo: que los empresarios respeten ese derecho frente a la creciente mecanización del corte de la caña y que las EPS y las ARP asuman plenamente su responsabilidad por las incapacidades del personal, dado que esta es la faena más difícil de todo el proceso productivo del azúcar y que se realiza a lo largo de todo el año, a diferencia de la zafra cubana. En segundo lugar, que a los corteros se les garantice el derecho de asociación y que su lucha reivindicativa no sea catalogada como una actividad ligada al terrorismo.
Los industriales rechazan la incorporación plena de los corteros a los ingenios porque alegan que no es competitiva frente a los costos internacionales de la producción azucarera. Además de que los trabajadores exigen un control efectivo del peso de la caña, de tal manera que se eliminen las dudas existentes sobre las básculas, algunos sindicatos exigen una nueva forma de pago, que no se centre en el peso de la caña sino en la medición de la sacarosa que se le extrae, pues el gremio de la gramínea ha introducido nuevas variedades de menor peso y más ricas en sacarosa, por lo cual los corteros han de esforzarse aún más para mantener el tonelaje requerido y su nivel de salarios.
Es claro que a los ingenios, antes que el peso de las variedades de caña, les interesa el grado de concentración de la sacarosa que se extrae. Por lo tanto, actualmente la preocupación no se centra en el número de toneladas por hectárea, como anteriormente ocurría, sino en las toneladas de azúcar que se pueden extraer de una hectárea cultivada por la variedad más “idónea” para las condiciones de los suelos.
La Escuela Nacional Sindical (ENS)[2] afirma que los dos alevosos ingenios “son los únicos del Valle que no han formalizado sus relaciones laborales en el marco del acuerdo Obama-Santos y continúan vinculando trabajadores mediante contratistas”, y que además se negaron a reconocer a las dos subdirectivas que Sintrainagro conformó en ambos a finales de noviembre, “con el argumento de que los corteros no tienen contrato directo, son tercerizados”. En La Cabaña se sindicalizaron más de 600 trabajadores, de los 1.200 que laboran allí, y en María Luisa, que tiene 180 corteros, lo hicieron 24. Entonces los patronos “iniciaron una campaña de persecución contra los trabajadores afiliados y de amedrentamiento contra aquellos que no lo habían hecho, llegando incluso a hacer llamadas telefónicas a sus casas para amenazarlos y hacerlos desistir”. Por supuesto, ambos ingenios se niegan a negociar el pliego de Sintrainagro.
“Pero la gota que rebasó la copa se produjo el 3 de enero, cuando la gerencia de La Cabaña, sin preaviso ni razón distinta a la persecución antisindical, se negó a renovar el contrato de 86 de los trabajadores, todos afiliados al sindicato, entre ellos toda su junta directiva; hecho este que de entrada configura un despido masivo, además de ilegal porque muchos de esos trabajadores gozan de fuero sindical. Con el agravante de que al resto de los trabajadores lo obligaron a firmar un documento en el cual renuncian al sindicato como condición para renovarles el contrato, hecho aún más ilegal”. En María Luisa, por su parte, “despidieron a 24 trabajadores, entre ellos toda la junta directiva del sindicato”.
La ENS recuerda que “durante el movimiento de protesta que en 2005 hicieron los corteros de varios ingenios del Valle del Cauca, uno de los líderes del movimiento fue asesinado de dos disparos” y que, con motivo del histórico paro general que adelantaron en 2008, La Cabaña fue el único ingenio que no paró: “blindó a los trabajadores de todo contagio huelguístico y los obligó a vivir dentro del mismo ingenio durante el tiempo que duró el paro. Además, desde esa época dentro de la propiedad del ingenio el Ejército nacional tiene instalado un campamento, que prácticamente está al servicio del ingenio y es un factor disuasivo de cualquier protesta de los trabajadores”. “Hoy es imposible hacer trabajo sindical en La Cabaña, porque tanto los vigilantes privados como los soldados intimidan y escoltan a los corteros y a los directivos del sindicato que vayan a hacer alguna acción gremial”. ¿Son necesarias más palabras?
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[1] Paréntesis, No. 24, julio 17, 2012, Cali, fuente de la mayoría de las citas textuales de estas notas.
[2] ENS, Boletín de enero 23, 2013.