El ex ministro Humberto de la Calle dijo este fin de semana que «Una cosa es lo que las Farc dicen en público y otra cosa es lo que se habla en la mesa de diálogo». Esto provoca varias reflexiones:
La obvia: que las FARC tienen un doble discurso. Uno fuerte, radical, extremista, populista, demagógico y orientado a conquistar mentes y corazones empleando los medios de comunicación al máximo. Casi todos los días presentan un comunicado, despliegan un complejo entramado de información con redes sociales y diversas páginas web, elaboran videos, dan entrevistas y repiten su discurso una y otras vez.
Si bien pueden afanarse en la propaganda, que es lo que en el fondo sugiere De La Calle, sería equivocado pensar que eso es todo. Objetivamente no es fácil convencerse de lo que quiere vender el gobierno: que hay dos discursos antagónicos y dos agendas de las FARC, una aparentemente limitada, realista, acotada, sensata, que apuesta al Acuerdo de Paz rápidamente, mientras en los micrófonos presentan la otra donde se desatan con una cantidad de propuestas que desbordan de lejos el primer punto de la agenda.
Es comprensible que el grupo busque simpatías en los ciudadanos y procure legitimarse nacional e internacionalmente. Cualquier colectivo con esas características lo haría. Las FARC se sienten sofocadas con la acusación de terroristas y narcotraficantes y creen que eso las ayuda a sacudirse. Lo necesitan con urgencia, sea para continuar su acción violenta o para dejar las armas. ¡Lo saben!
Pero lo que no es claro es que exista tal asimetría entre lo que dicen ante las Cámaras y lo que plantean en la mesa. Son varias las razones por las que dudo de la precisión del vocero del gobierno. Veamos:
Implicaría que las FARC posan de halcones en público mientras son palomas en privado. En otras palabras, que los delegados de las FARC ya renunciaron a sus reivindicaciones y que están dramatizando para mostrar que la negociación es difícil, pero que todo en realidad es una pantomima que disfraza su disposición a aceptar lo que se les ofrezca. Esa posibilidad, me perdonan, hoy no existe, pero era lo que iba a ocurrir si el gobierno Santos en vez de repudiar la Política de Seguridad Democrática la hubiera profundizado y renovado.
Nada indica hasta ahora que se haya doblegado la voluntad de lucha de las FARC cuya consecuencia obligada es la decisión de abandonar la violencia y deponer las armas. Por el contrario, las estadísticas del gobierno en materia de sus acciones, la información de los organismos de inteligencia, las declaraciones públicas del grupo y el contexto, máximo indican que la guerrilla le mide el aceite al Estado para saber hasta dónde está dispuesto a ceder a sus pretensiones. De eso depende todo.
Además, el doble discurso lleva a las FARC acorrer un gran riesgo: un Acuerdo de Paz que no recoja los aspectos substanciales se reduciría a un sometimiento a la justicia, cuestión que dicen repugnar y a la cual no tendrían que sujetarse, menos cuando pactaron con el propio gobierno una agenda que les ha dado ilegítimamente una dimensión de reformadores del Estado, la economía y la vida en sociedad.
Constituiría además una «entrega» que no cabe en la narrativa de las FARC ni con la etapa actual de la guerra irregular, menos aún con los estímulos que encuentran en las señales de debilidad de su oponente de turno: Santos.
Si es sólo discurso dirigido a sus militantes, como lo señalan algunos “analistas”, en vez de ayudar a mantener la cohesión conspiraría contra ella promoviendo decepción y desengaño en sus filas, igual pasaría respecto a sus seguidores, para no hablar de la izquierda radical. Es darle munición a quienes pretendieran disentir y continuar en la violencia, a menos que su decisión sea simular una ficticia división para desmovilizar una parte con beneficios políticos, a la vez que contar un aparato armado, cosa que no se puede descartar.
No es creíble, tampoco, porque al menos han presentado 78 propuestas para el primer punto de la agenda que obedecen a un marco conceptual claro y a una estrategia de continuar la búsqueda de sus objetivos, imponiendo a través del diálogo lo que no fueron capaces por la fuerza. Propuestas que han centrado las intervenciones recientes del grupo terrorista. Quien revise las entrevistas, ruedas de prensa, comunicados y declaraciones de las FARC todas reflejan disciplina en el mensaje.
Por mi experiencia directa y estudio de estos temas no soy de quienes creen que las FARC están divididas, por el contrario, creo que están cohesionadas alrededor del Plan Estratégico al cual no han renunciado y que sigue guiando su accionar político y violento para la toma del poder. Por eso, distinguiendo sus facetas de engaño, simulación, mentira y astucia,a la guerrilla hay que tomarla en serio.
*Exviceministro de Defensa.
Máster en Análisis y Prevención del Terrorismo.
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