Los colombianos siempre le han marchado a la paz. Todas las que se han convocado en la última década han resultado exitosas. La del 9 de abril no es la excepción, y como siempre son más los que no pueden asistir, lo cual no significa que no estén con la paz. Fieles seguidores de Pambelé, los colombianos en materia de paz piensan que es mejor ser rico que pobre.
Esta vez la marcha por la paz se “bogotanizó”, no por las maledicientes y conocidas razones que argumenta Uribe, sino porque resultó exitoso el esfuerzo conjunto de la Marcha Patriótica y el Gobierno Nacional de concentrar sus esfuerzos en Bogotá, aunado al decidido apoyo del alcalde Petro, quien se jugó pleno no solo por la paz, sino también en defensa de su cuestionada gestión, resguardado en la consigna “en defensa de lo público”, que coreo al lado del presidente Santos.
La gran mayoría de los colombianos, la inmensa si se quiere, le marcha a la paz, pero no todos pudieron hacerlo el 9 de abril.
No pudieron marchar el 62% de los trabajadores colombianos, que según cifras publicadas por Portafolio, viven en la informalidad laboral y en la marginalidad social. Viven rebuscándose el pan de cada día. La informalidad ataca más en las ciudades que están fuera del eje de capitales como Bogotá, Cali, Medellín o Bucaramanga. Medellín tiene la más baja informalidad, con 50 %. En cambio, el peor caso es Quibdó, cuya informalidad llega a 84 %, seguido por Riohacha, con una tasa de 81,23 por ciento. http://goo.gl/dQogq
Su informalidad y pobreza nos le permite sacrificar horas de su arduo trabajo para marchar y expresar su apoyo a la paz, como si lo pueden hacer los trabajadores del Estado y los funcionarios públicos. No gozan de seguridad social ni prestaciones sociales, tampoco son beneficiarios del día cívico. Es un lujo democrático que no se pueden dar. Están condenados a trabajar diariamente hasta que levanten con que volver a la casa, pero están con la paz.
Tampoco pudieron hacerlo los usuarios del sistema de salud. No podían perder la cola y la esperanza de encontrar la anhelada y urgente cita con el médico general los más, o con el especialistas los menos.
La presencia de los industriales no fue tan notoria como en otras marchas. Los índices y resultados del año 2012 los obligan a concentrar sus esfuerzos en recupera los mercados y la competitividad perdida. Sin crecimiento industrial no hay prosperidad. No salieron, ni permitieran que lo hicieran sus trabajadores, pero están con la paz, más aún, se sienten bien representados en la mesa de negociación. Por ahora ese es su aporte.
No marchó la Policía concentrada en proteger la marcha. Las que si marcharon por primera vez fueron las Fuerzas Armadas. La foto publicada por el Tiempo parecía como tomada de un desfile del ejército norcoreano, pero no. Nuestro Ejército no estaba en la guerra, estaba marchando por la paz y rindiendo homenaje a los soldados caídos, víctimas de la guerra, convocadas por su comandante general, el presidente Santos. http://goo.gl/wLvus
Tampoco marchó el procurador Ordóñez con sus huestes marianas y moralistas, en franco crecimiento tras su reelección. Ocupado en lanzar una nueva cruzada contra los peligros de una paz claudicante con las FARC y tras sentenciar que «jurídicamente no es viable ningún proceso que so pretexto de la paz favorezca la impunidad», prefirió viajar a los Estados Unidos y aceptar el fiero reto que le ha lanzado el Fiscal General de enfrentarse en un debate público, donde o se sabe quién saldrá perdiendo o ganando, pero no será la paz. http://goo.gl/B88nf
No marcharon tampoco los ganaderos. Dedicados al, herraje de ganado por estas épocas, y fieles a las directrices de su presidente, José Félix Lafaurie, prefirieron la comodidad y tranquilidad de sus hatos ganaderos y su ganadería extensiva. http://goo.gl/x4zU3
El ex presidente Uribe y sus tropas del Puro Centro Democrático tampoco le caminaron a la marcha, por razones elementales y comprensibles. Están en su marcha contra la paz y trinando duro y parejo. Pareciera que su oposición es más fuerte a la reelección de Santos, que a la propia de negociación con las FARC.
No marcharon tampoco los dirigentes de lo que va quedando del Polo: en un comunicado confuso y desorientador, del mismo talante del que expidieron en febrero del 2008 en la marcha contra el secuestro y las FARC, esta vez señalaron: “reiteramos nuestro rechazo a la pretensión del presidente Juan Manuel Santos de amarrar las negociaciones con las FARC a sus aspiraciones reeleccionistas. No auspiciamos la confusión entre el apoyo al proceso de diálogo en La Habana y el respaldo a sus políticas que van en contravía de los fundamentos económicos y sociales de la paz”. Pero, sus seguidores como ha ocurrido muchas veces, desoyeron la orden de Robledo y demás dirigentes del Polo, marcharon sin la camiseta partidista, por eso se vieron tan pocos.
Los alcaldes de las principales ciudades dieron garantías, pero mostraron poco entusiasmo y fervor por la marcha. Las imágenes de Cali, Barranquilla y Medellín son elocuentes, les faltó el perrenque que le sobró a Petro.
Los colombianos tenemos suficientes y elementales razones para querer la paz. Por eso el eslogan publicitario, “mi aporte es creer en la paz”, resulta obvio, casi que de Perogrullo. No es falta de fe, simplemente reclaman y exigen resultados, avances concretos en la Habana. Noticias esperanzadoras, más allá del todo bien, todo bien, de los lacónicos comunicados oficiales.
Después de lo logrado el 9 de abril, hay que trabajar por una más amplia movilización y participación en favor de la paz, para que las FARC de una vez por todas se avengan a la dejación de las armas. Los estamos esperando, para que batallen por su proyecto de sociedad y sus ideales de justicia social, para que hagan política de la buena, sin el uso de la violencia, a voto limpio, así es en la democracia maestros, imperfecta pero no se ha encontrado otro método, por ahora. La gran marcha por la paz apenas empieza. Llegará el día en que participarán en todos.
/ Hernán Suárez
Asesor editorial
* Columna publicada en el Semanario Virtual Caja de Herramientas, Ed. No. 346