Corría el mes de abril de 1959 y éste su servidor viajaba a Segoviaen avioneta de la Frontino Gold Mines y como compañía de Jaime Velásquez Toro, quien asesoraba a la Federación de Trabajadores de Antioquia –recién revivida por grupos comunistas después de que la dictadura militar declarara la disolución de la CTC–. Jaime era un hombre de buena figura, cabello ondulado y habla un tanto atropellada, que miraba fijamente a su interlocutor, como si recogiera las palabras con los ojos. Fue escogido como negociador por los mineros, que desde principios de marzo habían paralizado las labores de la empresa y cuyo sindicato figuraba en las filas de la CTC solo nominalmente. La central no quería más líos con los gobiernos y se limitó a enviar a Segovia a su vicepresidente y para la época representante a la Cámara, Liborio Chica Hincapié. Durante el conflicto laboral el presidente Lleras debió cambiar a su ministro de Trabajo, Raimundo Emiliani Román, por alguien más cercano de sus ideales, Otto Morales Benítez, el hombre que ha sobrevivido a toda la historia colombiana.
El sindicato de la Frontino había presentado un pliego de peticiones, la empresa lo había rechazado y los trabajadores habían optado por la huelga en vez del arbitramento. Pero estaban abandonados de sus directores nacionales y Segovia era un hervidero de consejas que la prensa magnificaba sin cesar: riñas y sabotajes en los socavones de las minas,actos violentos de los huelguistas contra la policía, robos de bienes de la compañía. Era la primera huelga de la FGM en muchos años, en tiempos en que las convenciones colectivas vencían anualmente, y el vocablo más utilizado durante todo el conflicto fue esquiroles. Esos grupos, organizados por la empresa y las autoridades locales, fueron la pesadilla de los dirigentes de la huelga.
Los 1.300 mineros a cargo de la empresa ganaban un diario que oscilaba entre $3,49 y $5,50, cuando la libra de carne y la libra de papa costaban ocho centavoscada una. Eran los mejor pagados de la comarca y siguieron siéndolo hasta la terminación de la Frontinoa fines del siglo pasado, conquistada finalmente por el triunfo del trabajo informal y la contratación precaria que hoy campea entre nosotros. Comimos la ración que suministraba la empresa y descendimos apenas la tercera parte de la profundidad de la mina El Silencio, la más importante, y eso nos bastó para sentir la vida del minero en la semioscuridad, la humedad, el calor, las sombras humanas sobre las paredes de las cavernas y la permanente ofrenda de la vida al trabajo.
La huelga duró dos meses yse ganó solo parcialmente. Persistieron el plazo presuntivo y la cláusula de reserva, hechura de mi general Rojas que otorgaba a los empresarios el derecho de desistir unilateralmente del contrato de trabajo y de despedir trabajadores sin causa justificada. Los asalariados tendrían que esperar hasta principios de 1965, cuando Tulio Cuevas y su grupo dirigente de la UTC, en el curso de un nuevo conflicto laboral, arrancaron al presidente Valencia la derogación del monstruoso artefacto.
El remoto suceso segoviano, sin embargo, fue el comienzo de una experiencia de vida. Me enteré de que las verdades de la gente del montón aparecían deformadas y mutiladas para el consumo de los ciudadanos, y decidí hacer el seguimiento de los conflictos de trabajo del país, que solo temporalmente adelantaron alguna vez elMinisterio de Trabajo y la Policía. El resultado es que hoy –con el apoyo al proyecto dado por el Cinep a lo largo de veinte años– disponemos de un cuadro, lo más completo posible, de lo que ocurrió en Colombia en materia de conflicto huelguístico en los últimos cincuenta (1961-2010). Estamos a punto de terminar la preparación de los textos para darles publicidad y al recorrerlos impresiona constatar de qué manera ha cambiado el país. Cómo la protesta del mundo del trabajo tomó alientos una vez superada la primera Violencia y enterrada la aventura del golpe de Estado, se elevó hasta fines de los años 80, decayó desde la mitad de los 90 y se precipitó a sus niveles más bajos a partir de la primera presidencia uribista. Cómo cambiaron ellos, nuestros adversarios, y cambiamos quienes estamos del otro lado.
/ Álvaro Delgado
*Foto, cortesía Cinep.