‘Iván Márquez’, ‘Marcos Calarcá’ y Jesús Sántrich’, miembros de la delegación de paz de las Farc, el lunes 29 de abril de 2013, en el Palacio de Convenciones de La Habana. / EFE
Por: Alfredo Molano Bravo
De nuevo en el Hotel Sevilla, me encontré –cita previa– con los negociadores de las Farc en La Habana: Pablo Catatumbo, Iván Márquez, Jesús Santrich y Marco León Calarcá.
En un rincón de la gran sala comenzó la conversación. La delegación del Gobierno había llegado en la tarde y Sergio Jaramillo había dictado una polémica conferencia en la Universidad Externado la noche anterior. Creo que buena parte de los temas que los comandantes desarrollaron tiene que ver con esa conferencia, que, confieso, no había leído, encantado con la arquitectura y la afabilidad de la gente de Santiago de Cuba, en donde fui, casi como un peregrino, a conocer el cuartel Moncada, donde comenzó la historia movimiento del 26 de julio y la revolución cubana.
Alfredo Molano Bravo: Hablemos de la pequeña historia del acercamiento secreto con el gobierno de Santos.
Pablo Catatumbo: Los primeros pasos de la negociación que hoy se desarrolla en La Habana están arropados por un pacto de confidencialidad que no podemos divulgar. Sin embargo, hay unos antecedentes que deben ser conocidos o recordados.
AMB: ¿Como cuáles?
PC: Hay hechos que el país no conoció en su momento y que hoy se deben contar para ir abriéndole campo a la verdad histórica.
Al comienzo de los años 90, en el gobierno de Gaviria, estuvimos muy cerca de un arreglo de verdad, un “acuerdo en lo fundamental”, como dijo Álvaro Gómez. Convocada por medios irregulares una asamblea constituyente, las Farc se mostraron interesadas en participar, entre otras cosas porque Jacobo Arenas había lanzado la iniciativa desde los acuerdos de La Uribe con Belisario. Más aún, para darle espacio a la Unión Patriótica, propusimos la elección popular de alcaldes y gobernadores.
Nosotros estábamos preparados para la constituyente, y el gobierno de Gavira, sin oponerse públicamente a nuestra participación, barajaba sus cartas. Con una de ellas en el bolsillo llegaron altos funcionarios del Gobierno a conversar con Marulanda un mes antes de la elección de constituyentes; buscaban definir el número de constituyentes de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB), compuesta por ELN, EPL, FARC y M-19 en la asamblea constituyente. Conversaron con Marulanda y con Alfonso en muy buenos términos hasta que se trató el número de constituyentes de la Coordinadora. Días antes se habían reunido sus jefes Francisco Caraballo, el cura Manuel Pérez, Carlos Pizarro con Marulanda para definir nuestra participación. Las cifras eran muy distintas y la diferencia muy grande. Gaviria ofrecía cinco cupos y la Coordinadora pedía 20. Una vez puestos los números sobre la mesa, los delegados dijeron: “Los toman o los dejan”.
Marulanda no contestó ni sí ni no, dijo solamente: “Necesitamos un tiempo para consultar con todos los miembros de la CGSB”. No hay tiempo, respondieron en forma perentoria los funcionarios, el helicóptero no puede volar después de las 5 de la tarde. Ustedes deben tomar la decisión ya. Marulanda no podía tomarla y les dijo: “Quédense esta noche aquí y mañana encontramos una solución”. Respondieron: No, no tenemos tiempo. Marulanda les ripostó: si no tienen una noche para conversar, ¿qué tiempo le van a dedicar a la paz? Así que el helicóptero salió aquella tarde sin una respuesta. Un mes después, el día de la elección de constituyentes, el Ejército bombardeó los campamentos del río Duda. Fue la llamada Toma de Casa Verde, que ni fue en Casa Verde ni fue toma; el coronel Alfonso Velázquez reconoció después en un escrito que el alto mando militar admitió que el operativo había sido un gran error militar. La realidad es simple y llana: No nos liquidaron, allá seguimos. Lo digo ahora: Los ultimátum no sirven con las Farc.
Fue el momento en que más cerca hemos estado de un acuerdo de paz. Es obvio que si nosotros participamos en una constituyente y compartimos su redacción, de hecho, nos acogemos a ella sin reservas y queda sin fundamento el alzamiento armado. La insurgencia no puede seguir alzada en armas contra una Constitución que ha suscrito.
El error de Gaviria y del M-19 fue pretender que se podía hacer una paz parcial, una paz oportunista sin que estuviéramos todos. La arrogancia de dirigentes alejados del pueblo y desconocedores de la realidad histórica, como César Gaviria, impidió un acuerdo que era muy posible y que habría sido muy sólido.
Jesús Santrich: Se bombardeó una posibilidad de paz. En lugar de cerrar el terrible capítulo de la guerra, Gaviria y su comisionado, Rafael Pardo, prefirieron negociar con Carlos Pizarro –un hombre a quien respetamos porque dio su vida por los ideales–, pero al que, cabe recordarlo, le facilitamos los medios económicos de los que carecía el M-19 para que pudieran poner en libertad a Álvaro Gómez cuando lo retuvieron. La historia de esa verdad no está escrita. Como dice Pablo: Con nosotros no valen ultimátum. Esas bravuconadas definitivamente no sirven, y se lo decimos sin arrogancias. En cambio se perdió la oportunidad de ahorrarle al país miles de muertos, de dolor y de sufrimiento.
AMB: ¿Por qué las FARC no negociaron con Samper?
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